De manera sumamente dramática, el Señor presenta un claro oráculo sobre la conversión y purificación de Israel bajo el simbolismo de un juicio. El juez es "el ángel de Jehová"; el acusado es Josué, el sumo sacerdote judío; el acusador no es otro que Satanás, el enemigo inveterado de la humanidad en general y de Israel en particular; y los servidores son los ángeles que están ante el ángel de Jehová.
¿Quién es este juez, el ángel de Jehová? Como ya hemos visto en esta serie de estudios, no es otro que la segunda persona de la Trinidad, es decir, el Señor Jesucristo en su estado preencarnado. Josué, el sumo sacerdote, es el acusado y está siendo juzgado. ¿Debemos entender esto como que Josué, que era sumo sacerdote en aquel momento, era personalmente culpable de un crimen? ¿O está aquí en su función representativa como sumo sacerdote de Israel? Puesto que estaba vestido con sus ropas oficiales y se le describe como sumo sacerdote, es razonable suponer que está actuando en calidad de representante. Esta suposición se ve reforzada por el hecho de que el juez, el ángel de Jehová, reprende al acusador con estas palabras cuando Satanás hace sus acusaciones contra Josué: "Jehová te reprenda, oh Satanás; Jehová que ha escogido a Jerusalén te reprenda. ¿No es este un tizón arrebatado del incendio?". (Zac. 3:2). La respuesta del juez al acusador es que Jehová ha elegido a Jerusalén y que es un leño arrancado del fuego. Estas afirmaciones muestran de manera concluyente que Josué no es visto aquí como un ciudadano particular, sino como un representante del pueblo judío. Satanás, el diablo, desempeña un papel extremadamente activo en este drama. Originalmente, era el querubín ungido que había ocupado una posición muy elevada en la casa de Dios desde la creación (Ez. 28:11-18). Era el principio de los caminos del Todopoderoso (Job 40:19), pero se rebeló, como dice Ezequiel, y fue expulsado de su elevada posición. Ahora es el dios de este mundo (2 Cor. 4:4), que ciega las mentes de los hombres para que no puedan ver la gloria del Dios eterno en el rostro de Jesucristo.
Satanás, el fiscal, se sitúa a la derecha de Josué, en el lugar donde debería estar el abogado defensor. Adopta esta posición para camuflar
sus planes, pero el ángel de Jehová conoce sus siniestras intenciones y deseos e inmediatamente se ocupa de él en consecuencia. - Josué, como vemos en el versículo 3, estaba vestido con ropas
inmundas cuando se presentó ante el juez presidente. No se nos dice qué acusación hace Satanás contra él, pero en la respuesta del juez queda implícito que Satanás lanza un insulto contra Israel,
a quien Josué representaba. El ángel que se pone de parte del acusado reprende al enemigo. No defiende el comportamiento de su cliente, sino que vuelve al plan inalterable de Dios, que ha elegido
Jerusalén y al pueblo judío con un propósito específico y concreto como canal a través del cual comunicará su verdad al mundo (Gn 12,1-3). El pacto de Dios con Abraham y sus descendientes es
inalterable e incondicional. Hay que entender claramente la diferencia entre la alianza con Abraham y la alianza hecha en el monte Sinaí. Esta última estaba vinculada a la obediencia de Israel a
la voz de Dios. Fue desobediente y ahora ha sido marginado porque se ha salido de la línea principal de las intenciones de Dios. Pero debido a la promesa inmutable e incondicional a Abraham y a
la alianza con él, Dios no desechará a su pueblo, al que conocía de antes. Esta es esencialmente la respuesta del ángel a Satanás y a sus acusaciones contra Josué.
La reprensión del juez a Satanás equivale a una absolución de Josué. Este hecho queda claro por el hecho de que el juez defiende al acusado y no presenta cargos contra él. Esta posición se
confirma aún más por el hecho de que el juez ordena a los ángeles que están en posición de firmes que le quiten a Josué las vestiduras sucias y lo vistan con ropas limpias y espléndidas. En
obediencia a esta orden, estos seres celestiales visten a Josué con las más finas y preciosas vestiduras. El significado de este acto simbólico queda ilustrado por las palabras del ángel a Josué:
"Mira que he quitado de ti tu pecado, y te he hecho vestir de ropas de gala." (Zac. 3:4). El perdón, la purificación y la vestición simbolizan la conversión y el renacimiento del pueblo de
Israel.
Dios es justo cuando justifica a alguien. No perdona a las personas arbitrariamente, independientemente de su actitud. Esto queda claro en muchos pasajes de las Escrituras. Pero aquí vemos que Dios perdona a Israel y permite que sus pecados pasen. Este hecho presupone que Israel se ha arrepentido de sus pecados y ha aceptado las provisiones para su limpieza a través de la sangre derramada del Señor Jesucristo. Que la nación como grupo se arrepentirá del pecado nacional de rechazar a Jesús cuando vino por primera vez es evidente por la confesión verbal de arrepentimiento que hará durante la Tribulación, que se encuentra en Isaías 53:1-9. En los versículos 6 y 7, ya no se habla de Josué como representante del pueblo de Dios. Esta posición queda clara por el hecho de que el ángel se dirige a él como Josué y no como Josué el sumo sacerdote. El ángel le dijo a Josué que si llevaba una vida pura y cumplía con sus deberes, se le concedería el privilegio de seguir siendo sumo sacerdote de la nación y de tener acceso al trono de Dios junto con los ángeles en el futuro - "...y entre estos que aquí están te daré lugar."
Hno David